domingo, 21 de abril de 2013

¡Pues no estaba tan mal la vida!



Pronto serían las doce en punto, ¿qué más daba salir más temprano?, después de todo, siempre estaba negro sin nada de luz. Miró hacia un costado y se dio cuenta de lo mucho que había cambiado el sitio. Qué extraño, no se había cerciorado. 
Caminé hacia un pequeño túnel. No es que realmente fuese uno, pero estaba tan oscuro el lugar que opté por llamarle así y desde lejos pude vislumbrar un pequeño rayo de sol. - Ja, este túnel está roto – ironicé siguiendo la luz. Cada vez que me encaminaba en algo me era imposible parar, debía descubrir aquella hendidura o como pudiese llamarse. En una esquina, una escalera que se notaba endeble se hacía ver, sin embargo subí por ella, llegando a un sitio muy distinto al que conocía. No es que estuviese en un túnel negro o un mundo oscuro, simplemente no me había cerciorado de que dentro de mis memorias negras todavía existía la luz. Me tiré al suelo mirando hacia el fin - La vida no es tan mala ¿verdad? – le dije a las nubes – lástima que no me di cuenta antes. Sin embargo mi hora había llegado, y yo lo sabia hacía mucho tiempo, y entonces, cerré levemente los ojos y me desvanecí mirando el último claro del día, suspiré y me despedí de la vida. 

1 comentario:

  1. Vaya, has escrito un relato lleno de suspense que me ha sobrecogido desde el principio.

    ¡Buen trabajo Julio!

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